sábado, 24 de agosto de 2019

La función política de los espacios públicos


Foto: cortesía RadarBC.com
Empezaré este texto dando por descontado que la violencia contra la mujer es un hecho. Y esta opinión no parte de la nada, hay varios datos duros que la sustentan. El 56% de las entidades federativas del país se han declarado en alerta de género (política pública de dudosos resultados); según INEGI, de las 43 millones de mujeres en México que tienen o han vivido una relación sentimental, el 43.9% han sido víctimas de violencia por parte de su pareja, se estima que al año las mujeres pierden unos 30 días de trabajo remunerado como consecuencia de ello (lo que significa más de 4 mil millones de pesos); sólo el 2% de las trabajadoras mexicanas pueden desligarse de las labores domésticas, en cambio, el 26% de la población trabajadora masculina se ocupa exclusivamente de su empleo; cada día se cometen en el país por lo menos 7 feminicidios. Estas son tan sólo algunas cifras, hay muchos datos más que indican la gravedad de este problema social. 

Sin embargo, la violencia contra la mujer fue puesta en segundo término. La forma en que protestaron recientemente fue la que acaparó la atención. En la manifestación del pasado viernes 17 de agosto las mujeres salieron a las calles a exigir justicia por los recientes casos de violación. Se apropiaron del espacio público para hacerse visibles y para ser escuchadas: No nos cuidan, nos violan, decían. Fue una protesta extraordinaria, fuera de lo común. Fue una marcha que incluyó varias acciones que pueden calificarse como no pacíficas. Sí, se hicieron miles de pintas, sí se quebraron vidrios, sí NO FUE UNA MARCHA PACÍFICA. Tómese esa violencia como el indicador de que un conflicto no ha podido transformarse y el espacio público de la Ciudad de México y de otras ciudades del país, dieron testimonio de ello. 

El espacio público también es un espacio para la violencia. Estos lugares tienen una función política que tiene que ver con el ejercicio de la ciudadanía, tal como era conocido y reconocido en la polis griega. Los espacios públicos son los lugares idóneos para el ejercicio cívico de los derechos de la población en general, pero sobre todo de aquella que siente disminuida esos mismos derechos. Son los mejores lugares para ejercer un “derecho a la violencia” pero no de cualquier violencia, sino de aquella que expresa una rebelión de aquel al que se le niega o se le disminuye su calidad de ciudadano, tal y como lo sostiene el antropólogo español, Manuel Delgado. 

Y en ese ejercicio de derechos ¿quién se atreve a decirle a las mujeres cómo deben manifestarse? La agrupación Comunicación e Información de la Mujer (CIMAC) publicó en mayo de 2018 un documento donde expone los resultados de una investigación hemerográfica que da cuenta de las manifestaciones feministas que se han realizado tan sólo en la Ciudad de México y que CIMAC Noticias cubrió de 2007 a 2017. Fueron un total 124 movilizaciones (presenciales y digitales) en un lapso de 10 años las que contabilizaron. Esta cantidad habla de una larga lucha política que no ha sido atendida como se debe por el Estado. 

Quienes reprueban la violencia dicen promover la paz social. Pero no saben o no quieren darse cuenta que no se vive en paz social cuando la policía de tu ciudad te viola; cuando te viola y además te matan y apareces calcinada debajo de un puente; cuando te acosan en el transporte público; cuando los derechos laborales son más precarios para la mujer. No estamos viviendo en paz, y la manifestación del viernes simplemente nos lo recordó. 

Finalmente, quiero dejar bien claro que sí creo que existan fuerzas que intentan desprestigiar el gobierno de Claudia Sheinbaum. Sí creo que existen esos intereses. No podemos ignorar que la derecha está no sólo aprovechando las debilidades del nuevo gobierno (que son muchas), sino además está provocándolas. Fuera de esa observación, la lucha de las mujeres, debe seguir por los cauces qué ellas mismas decidan y que más les convenzan, pacíficas o no.

No hay comentarios.: