Alguien dijo por ahí que los
asesinatos de Orlando no fueron contra gays, sino contra seres humanos. Seguramente
esta persona quiso hacer un llamado a toda la población para solidarizarnos y
sensibilizarnos; quiero pensar que fue una invitación a dejar las fobias y la
tibieza y para que nos sumemos contra estos actos que nos avergüenzan como
humanidad.
Sin embargo creo que sí es
importante hacer visible la causa real de este homicidio masivo en Estados
Unidos: fue el odio y la intolerancia contra aquellos que se asumen y pertenecen
a la comunidad de personas lesbianas, gays, bisexuales, transexuales,
intersexuales y queer (LGBTIQ). Hay que denunciarlo, y hay que ser claros y
contundentes en ello: fue el odio.
Y quizá este odio nos parezca,
así ─leyéndolo en las redes o viéndolo en las noticias por la televisión─ actos
tan lejanos, tan apartados de nuestra ciudad, que quizá suspiremos pensando:
Qué bueno que aquí no pasa esto. Nada más lejano de la realidad. Quizá en
Mexicali no hayan usado un arma contra los clientes de este tipo de bares, pero
tenemos odio para dar y repartir, para muestra un botón.
Alejandra, trasvesti, de
aproximadamente 35 años, tuvo que dedicarse a la prostitución. Llegó a esta
actividad gracias al odio de los funcionarios de empresas privadas. Ella hacía
labores de limpieza para una agencia de automóviles. Al cambiar al personal
directivo, Alejandra sufrió las presiones de su nuevo jefe y la obligaron a
renunciar sólo por su aspecto y sus preferencias sexuales.
Buscó trabajo, sin éxito. Cuenta
que acudía a las maquiladoras que solicitaban empleos y le decían que ya no
estaban contratando, pese a que las filas para entrevistar a nuevos
solicitantes seguía avanzando. Mentira, les sobraba odio.
Cuando las deudas la alcanzaron,
sobre todo cuando vio en riesgo los pagos por la casa que estaba adquiriendo a
crédito, Alejandra decidió seguir el consejo de unas amigas suyas, y se fue a
prostituir al Centro Histórico de la ciudad, llena de miedo, pero en evidente
estado de necesidad.
Ha sido un trabajo difícil, nos dijo.
En cierta ocasión una señora conducía un auto lleno de niños y adolescentes, de
repente, como si fuera un acto heroíco, para el auto frente a ella y la
empiezan a insultar. Escenas como esta, aunque son comunes, no dejan de
sorprenderla.
Quizá el odio que dejó sin
trabajo a Alejandra no llame su atención, o el que la tiene trabajando en la
calle y soportando los insultos de adultos sin conciencia tampoco le parezca
relevante. Pero son esas pequeñas manifestaciones de odio las mismas que
terminaron con la vida de decenas de personas de la comunidad LGBTIQ en
Orlando, Florida. ¿Cuántas personas no han tenido el derecho a un trabajo digno
debido a sus preferencias sexuales? ¿Cuántas de ellas han sido agredidas verbal
o físicamente en Mexicali? Hay que denunciarlo, hay que hacerlo visible. Una
vez que se eche luz sobre este odio, Orlando, ya no nos parecerán tan lejano.
Video de entrevista a Alejandra AQUÍ