Foto: cortesía RadaBC |
La regeneración urbana implica plantear una estrategia que mejore la calidad de vida de la comunidad. No sólo es una intervención al entorno físico urbano, es mucho más que eso pues los cambios que se proponen no se limitan a cuestiones urbanas, sino que se abordan otros ámbitos como el social, económico, y ambiental. Un proyecto de regeneración urbana, además de buscar optimizar los recursos naturales y urbanos existentes lleva como consigna ese concepto llamado Derecho a la Ciudad, donde todos y cada uno de nosotros somos partícipes en la producción del espacio urbano, desde su planeación hasta su apropiación. Nos estamos refiriendo pues a un proyecto integral.
La regeneración urbana también persigue la recuperación económica de un sitio. Aunque su objetivo principal es mejorar las condiciones de vida de sus habitantes y usuarios tradicionales, ya sean propietarios, inquilinos, transeúntes, o trabajadores, este tipo de proyectos le apuesta por buscar que los beneficios económicos se dirijan principalmente a esta misma población.
En un proyecto de regeneración urbana no existen desplazamientos de los usuarios habituales. Ellos son una parte importante del proyecto. Aquí, los habitantes y usuarios son pensados no sólo como beneficiarios sino también como agentes del cambio.
La turistificación es parecida pero no es igual. Los proyectos turísticos se generan principalmente para aprovechar el potencial económico de un territorio. Su objetivo es facilitar que se desarrollen actividades de comercio y servicio que serán demandadas principalmente por población externa que visita ese lugar: por turistas. Un proyecto turístico, si es sustentable, aspirará a tener los menores impactos sociales y ambientales, pero su finalidad principal no será dar solución a esos temas.
Los beneficios económicos de un proyecto turístico no necesariamente son para su población original. Estos son planteados la mayoría de las veces integrando a grupos de inversionistas que con la inyección de capital logran asociarse a este tipo de proyectos y es con ellos con quienes han de repartirse las ganancias, las que siempre buscarán ser maximizadas.
Los proyectos turísticos no protegen a la población ni a los usuarios originales. Pueden incluso provocar su desplazamiento cuando éstos se perciban como factores que obstruyan o dificulten la generación de dividendos. De esta manera, si los usuarios, inquilinos o habitantes originales no se suman a esta dinámica, se buscará desplazarlos. Esto se logra modificando los usos de suelo o aplicando con mayor rigor reglamentos municipales o bandos de policía y gobierno. También es posible deshacerse de comercios y servicios e incluso vivienda que se consideren incompatibles con el proyecto a través de los incrementos de precios del suelo (aumento del precio de las rentas o de los impuestos a la propiedad).
Los proyectos turísticos no necesariamente atienden a las necesidades de la comunidad. Pueden incluso romper con las dinámicas sociales tradicionales de un lugar. Esto pasa cuando la población no es integrada en el diseño de un proyecto turístico, cuando el planteamiento es hecho por una consultoría especializada que, haciendo uso de su conocimiento “profesional” decreta que es bueno y que no es bueno para esa parte de la ciudad, pero deja de lado las necesidades y aspiraciones de sus habitantes y usuarios tradicionales.
Aun no se sabe cómo serán los proyectos del Centro Histórico, sólo queda esperar.
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