Foto: Original de Laura Tejeda, modificada con fines ilustrativos |
Digo esto porque para elaborar esta pinta los organizadores
se deshicieron de otra. Se borró un mural de menores dimensiones que recordaba,
a quienes circulan por ese punto vial, que han pasado ya dos años desde que
desaparecieron 43 estudiantes en México y que hasta ahora, el gobierno emanado
del PRI, el partido al que pertenece la diputad
a Nancy Sánchez Arredondo −la misma que presentó al público la nueva obra− no ha podido o no ha querido resolver.
a Nancy Sánchez Arredondo −la misma que presentó al público la nueva obra− no ha podido o no ha querido resolver.
El cerco divisorio fue agandallado por autoridades
mexicanas. Aunque esta valla pertenece al gobierno federal estadounidense, el IMACUM,
sin tener facultades para ello, otorgó permiso para pintarla, y al parecer también
la Secretaría de Seguridad Pública y el ICBC quieren disponer de ella. Ahora ellos
decidirán qué mensajes sí y qué mensajes no se pueden promover.
El colmo: hasta un “caleciano”
nos quiere decir qué ver y qué no ver en ese cerco. Javier González, residente
de Calexico, se comunicó con un integrante del colectivo que hizo la pinta de
Ayotizinapa. Supongo que quiso sorprenderlo y amedrentarlo pues inició la
conversación vía Facebook enviándole fotos donde aparecía el mismo Javier
González al lado de ciertas autoridades. En la conversación que usted puede
leer aquí, le hace saber todo su currículo vitae, y con éste sus supuestas
influencias; además le aclara que tiene “la bendición” de las autoridades para
disponer sobre lo que se pinta en el muro y que no van a aceptar que se inscriban
mensajes políticos.
No debe de extrañarnos, una cosa es el arte callejero o arte
urbano, ese que nació en Estados Unidos (otros dicen que en París), el que es
contestatario, político por excelencia, el que no le pide permiso a nadie para existir,
el que llaman simplemente “grafiti” como lo señala el urbanista Emiliano
Duering, pero que también incluye posters, esténciles o engomados.
Otra cosa muy distinta es este renovado y popular arte
urbano que ya ha invadido a muchas ciudades de todos los países, parodia del
grafiti original, que no se presenta como contestatario, aunque ocasionalmente pudiera
contener algún tinte de rebeldía, algo así como un “grafiti revisionista”, que
ha pasado por el cedazo institucional y que incluso es promovido y buscado por
autoridades y planificadores urbanos. No los culpo, a esta “nueva” forma de
expresión artística se le atribuyen muchas bondades, unas evidentemente reales
otras que rayan en la exageración.
Lo cierto es que eso también es arte y también embellece la
ciudad. El muro elaborado por Rodrigo Villa, Fernando Corona y Carlos Cortez es
un espléndido taco de ojo para los
que pasamos con frecuencia por el sitio. Tampoco está mal buscar recursos
públicos para solventar la obra y el trabajo de los artistas. Para eso también
sirven los impuestos.
Tan renovado y revisado está este arte callejero, que de él
se aprovecharon para promover su imagen personal tres integrantes de la clase
política mexicana. Esto, con el original arte urbano hubiera sido impensable. ¿Pero
era necesario que los diputados en lo particular firmaran el mural como lo
hicieron? ¿Lo hicieron por falta de ética (por gandallismo) de Nancy Sánchez,
Exaltación González y Brenda Castro o por ignorancia? ¿Era necesario deshacerse
del mensaje de Ayotzinapa?
By the way, como
dicen los gringos: el cerco divisorio será muy de las autoridades federales
estadounidenses (no de la ciudad de Calexico, no del condado de Imperial, no de
California) pero el paisaje urbano, es nuestro.
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