Cortesía de RadarBC |
Dicen que el 13 de febrero,
Gustavo Sánchez ejerció violencia contra una parte de la sociedad, contra un
grupo de manifestantes, pero eso no es verdad. La violencia la venimos
padeciendo desde hace tiempo y se ha hecho más evidente a partir de le
ejecución de una serie de políticas públicas que han afectado las necesidades
básicas de la comunidad bajacaliforniana: la necesidad de supervivencia, de
bienestar, de libertad, de identidad y las de equilibrio ecológico.
Lo que el alcalde hizo el pasado
lunes se conoce como violencia física o directa. Aunque ésta es la más evidente
de todas, sólo es la punta del iceberg
que esconde ot
ro tipo de violencias. Los golpes, las detenciones, el acoso
contra los que se mantienen en el plantón del Centro Cívico lo exhibió como un
alcalde represor, incapaz de resolver un conflicto social.
Sin embargo, también hemos sido
víctimas de la violencia indirecta, llamada violencia estructural. Ésta es más
sutil, es la que surge cuando un sistema social, político y económico favorece
a unos cuantos y afecta negativamente al resto de la sociedad. La abrogada Ley
del Agua, el aumento al impuesto predial, el cobro por el alumbrado público, la
Ley de Asociaciones Público-Privadas, la corrupción, entre otras acciones de
gobierno, ponen nuestros recursos naturales, además del dinero que pagamos por
impuestos, derechos y contribuciones en los bolsillos de unos cuantos.
Ya sabemos quiénes son los
agraciados: algunos empresarios locales, los inversionistas internacionales,
los expertos que venden sus servicios al gobierno cobrando millonarias
cantidades (como el despacho de Gustavo Sánchez), los amigos, los compadres,
algunos dirigentes sindicales, los políticos. Para el resto de la sociedad,
quedan las migajas, las obligaciones y la fuerza bruta policial.
Los que se mantienen en pie de
lucha en los campamentos intentan parar estas políticas que atentan contra
nuestro bienestar. Por si fuera poco, tienen que enfrentar otra violencia
indirecta, la llamada violencia cultural. Esa que han implantado en nuestra
mentalidad y que de una manera absurda hace que algunos justifiquen las otras
dos violencias, que aparezcan ante los ojos de la opinión pública como algo
normal o no tan malo.
Reconozcamos que el conflicto es algo normal en nuestra
sociedad, lo evitable es la violencia. Mientras que el conflicto puede ser útil
para lograr el cambio social, para desvelar el discurso de una supuesta paz y
consenso social, la violencia es un retroceso en el desarrollo de la comunidad,
es un agravio a las necesidades humanas y sociales.
¿Seremos capaces de enfrentar estas tres violencias, o seguiremos sometidos,
dando nuestro trabajo, nuestra vida y nuestra dignidad para que unos pocos
sigan el ritmo acomodado de su tren de vida?
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