lunes, 21 de septiembre de 2015

Tomar la calle, dejar las plazas

Por Flor Mora

Mitin en el Centro Histórico
El sábado pasado, un grupo de ciudadanos tomaron las calles para expresar que están dispuestos a llevar a cabo una serie de acciones colectivas y  con ello defender los derechos a la diversidad sexual. Sin ser su intención, además de su propia lucha social, también lograron evidenciar otras situaciones: por una parte se expuso la necesidad de reivindicar el espacio público como lugar de interacción social y por otra parte exhibió parte del entramado político que se teje entre Iglesia y gobierno.  

Los manifestantes primero realizaron una caravana vehicular que inició en la av. Madero para luego reunirse en el Centro Histórico de la ciudad. De esta forma se hicieron presentes ante los mexicalenses y pusieron a la vista y oídos de todos nosotros que existe una deuda con ese colectivo que no se ha terminado de saldar.

Independientemente que nuestra ideología nos coloque solidarizándonos con esta lucha o desde la oposición que la reprueba, este evento materializó una función básica que tiene la calle, las plazas, las banquetas, el espacio púbico en general: la interacción social.  Accionó el encuentro entre personas, esa vocación natural del espacio urbano, que dicho sea de paso, hemos entregado casi sin reservas al vehículo motorizado.

El mitin con el que concluyó la jornada del colectivo LGBTI se organizó en la vía pública, junto al boulevard López Mateos. Ahí estaban pues, en una calle que rodea la glorieta donde durante el día descansan migrantes y deportados. Representantes del colectivo hablaron en un espacio pavimentado ubicado a escasos 100 metros de la iglesia; su encuentro fue a centímetros (ahí estaban al lado) de la Plaza de la Catedral, obra urbana gestionada en la administración anterior y boicoteada por el actual presidente municipal.

Los que idearon la Plaza de la Catedral, construida con fondos del Programa Nacional para la Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia (PRONAPRED), la pensaron seguramente como un espacio de convivencia, de interacción social, que daba una importancia inusitada al transeúnte y que deseaba que este se convirtiera eventualmente en consumidor procurando, con esta acción, detener el deterioro de la zona e impulsar su desarrollo económico.

Los que imaginaron este proyecto urbano seguramente no pensaron que se vería tan vacía como ahora está; no pensaron que se abriría el flujo vehicular de lunes a viernes; no sabían que se convertiría en el estacionamiento privado de bodas y eventos religiosos; no previeron que la llave del candado que bloquea su acceso estaría administrada por personal de catedral; no sabían que estaría tan abandonada, que sería el lugar donde casi nada pasa, el lugar que los colectivos prefieren ignorar y que cambian fácilmente por este otro espacio público que escapa del control de la Iglesia: la calle.
¿O si lo sabían?



Parte de las pancartas del desfile
Vecinos saludan al colectivo LGBTI




"Los truccos", primer pareja gay que contrajo matrimonio en Mexicali.

Club de motociclistas apoyaron el desfile.



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