miércoles, 15 de mayo de 2019

El oscuro origen de Central Park y su relación con el Centro Histórico de Mexicali

Uno de los parques más bonitos del mundo tiene uno origen clasista. Estoy hablando del Central Park, al que por lo menos conocemos en películas. Se construyó no tanto para mitigar los estragos de una incipiente industrialización sino más bien como una manera de excluir del espacio público, a personas y comportamientos que no eran del agrado de las clases media y alta. 

¿Qué sucedía en Nueva York? Según el texto "Central Park y la producción del espacio público: el uso de la ciudad y la regulación del comportamiento urbano en la historia, de Álvaro Sevilla-Buitrago, a mediados del siglo XIX la ciudad estaba pasando por una expansión económica, era también un punto importante de distribución de mercancías, desarrollaba aceleradamente su producción industrial y, tenía un fuerte sector financiero. De estos cambios económicos, como es común, surgieron cambios sociales.

La ciudad estrenaba “nuevos ricos” quienes tenían también diferentes patrones de consumo. Por otra parte, a la isla llegaba mucha mano de obra migrante europea, atraída por este auge económico y al tiempo las condiciones de trabajo se precarizaban; los aprendices, artesanos y cierto tipo de comercio ya no resultaban ser tan necesarios para esta sociedad renovada, paradójicamente, aumentaba la tasa de desocupación y disminuían los ingresos de las familias. Estos cambios sociales llevaban a transformaciones sociourbanas.

Entonces el espacio público se convirtió en un importante recurso de sobrevivencia para las clases más bajas de la ciudad. Era el soporte donde ese sector tendía sus redes sociales y económicas: niños que jugaban en las calles al tiempo que recogían de ellas artículos que después vendían; mujeres en constante contacto que armaban redes de solidaridad y apoyo; taberneros que eran prestamistas de las familias obreras de los barrios; tabernas que eran puntos de encuentro para la discusión política. No faltaban las manifestaciones callejeras y la aparición desmedida de vendedores ambulantes, mendicidad y hasta robos. Se sabe que las calles servían hasta para alimentar al ganado con los desperdicios de esa ciudad.

El problema fue que esos espacios eran compartidos con las otras clases sociales, lo que pronto generó conflictos. Dos arquitectos, Frederick Olmsted y Calvert Vaux, proporcionaron una “solución urbana”: se diseñaría un gran parque que serviría para educar el comportamiento de las masas. De esta manera propusieron la creación de secciones en el Central Park asignando a cada zona un uso permitido que ellos mismos habían preestablecido. De esta forma lograron separar a los habitantes por “tipos de usuarios”.

Propusieron también reglas de acceso: establecieron horarios, prohibieron la mendicidad y acceder en arapos no estaba permitido. Se acompañó también de propaganda intensiva que servía para enseñar a la población la manera correcta de usar el parque. El proyecto también se acompañó de reglamentos y de la función policial, con sanciones que alcanzaban hasta los 30 días de cárcel y multas por 50 dólares (equivalente al salario de 5 meses de trabajo de un trabajador masculino en la industria textil). Pero los arquitectos, no apostaban tanto a las sanciones si no por el definir desde el mismo proyecto arquitectónico las secciones del parque y los usos permitidos y con ello educar a la población para el buen uso del lugar. No sobra decir que al final, las multas se convirtieron en algo común.

Las secciones de parque separaban a la población, sin decirlo, por clases sociales: la Rambla, área arbolada era para uso de parejas jóvenes; el Prado de Ovejas, es el lugar ideado para niños; el Lago, con cisnes, presumiblemente se diseñó para los obreros; Tour y Camino de Bridas, era para el uso de carruajes y jinetes, actividades exclusivas para la burguesía; en la vaquería, se llevaba a cabo donación de comida para madres e hijos. Era un espacio hecho para separar a la población por espacios diferenciados.

Hago la relación con el Centro Histórico, porque en las múltiples intervenciones que ha tenido nunca han podido evitar que se perciban a los migrantes, indigentes, enfermos mentales, trabajadoras y trabajadores sexuales, vendedores ambulantes e incluso hasta los músicos como personas indeseables que hay que expulsar. Hay quién propone se saquen bares y cantinas (que es lo que ha mantenido con vida a esa zona) y que se quiten también los albergues para migrantes, siendo que, por el tipo de servicios y productos que el centro ofrece, así como su conectividad con toda la ciudad, es el sitio que, como aquel Nueva York del siglo XIX, provee de los recursos necesarios para que sobreviva este sector vulnerable.

Se vuelve relevante exponer tales similitudes en estos tiempos electorales, porque una candidata a la alcaldía se acercó recientemente a un grupo de comerciantes del Centro Histórico y seguramente de ahí tomó su propuesta de crear un patronato de fomento cultural y económico para esa zona. Esto es muy positivo, pero no hay que perder de vista ahí la cuestión social, no hay que desbaratar redes sociales comunitarias, no hay que limpiar las calles de personas y conductas no deseadas únicamente porque nos desagrada su imagen o tenemos miedo de una delincuencia real o imaginaria. Primero es necesario conocer los usos que se le da ahora mismo al Centro Histórico, y tomarlos en cuenta a la hora de planear. No debemos apoyar ni la exclusión ni la fragmentación.

Las intervenciones urbanas deben también procurar proporcionar el bienestar mínimo que merecen estas personas que lo habitan y lo usan y que se encuentran en estado de vulnerabilidad. ¿Quién los va a representar en ese Patronato? ¿El desarrollo económico que se genere también les va a beneficiar? ¿No los van a subemplear como ya se ha hecho en otras ocasiones?


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