miércoles, 13 de julio de 2016

Filicidas: víctimas y victimarios

Foto: Cortesía Secretaría de SSPBC y Poder Judicial del Estado de B.C.
Demasiado pronto se llenaron los medios de comunicación y las redes sociales de expresiones de odio contra los supuestos homicidas de Diana Mía. También se desató un linchamiento social hacia la madre de otra niña que, con tan solo ocho meses de edad, fue abusada sexualmente por la pareja de aquella. Sin embargo, la sociedad que con tanta facilidad juzga y señala a los presuntos responsables, es incapaz de ver que estos acontecimientos no son producto de la casualidad, sino de una cultura con demasiados patrones de violencia.

Para la sociología, estas situaciones se pueden abordar a partir de varios elementos pero, destacadamente, se estudian desde las manifestaciones del poder y la cultura de la violencia. Jaime Olivera, sociólogo y catedrático de la UABC, ha investigado sobre las trayectorias de vida de mujeres filicidas, es decir, aquellas que dan muerte a sus hijos. Según sus palabras, ellas presentan, por lo general, experiencias de vida similares. Desde su infancia han sido víctimas de la pobreza, fueron abusadas sexualmente, tienen escasa educación formal y recibieron en su familia violencia física y/o emocional.

Olivera también señala que existen estudios donde se revela que los delincuentes sexuales varones también comparten ciertos rasgos en sus biografías. Éstos han vivido situaciones que los colocan como víctimas de violencia familiar y sobre todo como víctimas de violencia cultural, cuando se les exige desempeñen un rol con el que no todos quieren o pueden cumplir y terminan rechazados socialmente.

De esta manera, la muerte de un menor, o los abusos sexuales, pueden y deben ser examinados a través de estas otras violencias, las que están configuradas desde nuestra cultura, desde nuestro comportamiento social, que son difíciles de identificar porque pensamos que son “naturales”. Si se hace esta reflexión pronto sabremos que a la hora de buscar culpables, ya podemos empezar por señalarnos a nosotros mismos, a nuestros vecinos, a las instituciones. Todos somos de cierta manera culpables.

Cuando usted demerita a la mujer que no quiere hijos, está comportándose violentamente. Si usted juzga mal a un hombre que no es proveedor de su familia, está comportándose violentamente. Si ha usado el término “mala madre” seguramente está violentando a las mujeres. Si cree que la familia debe de ser biparental y heterosexual, créame, usted ha estado aportando violencia a nuestra cultura. Esas imposiciones culturales no son más que fábricas de odio y frustraciones.


Ojalá que esta columna y concretamente la investigación de Jaime Olivera sirvan para que se reflexione acerca de lo que es “natural” o no para nuestra sociedad. Creo que evitaríamos algunas muertes y abusos sexuales contra menores porque maldecir y señalar a otros, no nos va a llevar a ningún lado.

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